En la planificación urbana y arquitectónica, frecuentemente hablamos de ciudades, barrios, contextos, entornos… pero, ¿por qué no hablar de paisajes? Al final, el paisaje más que una vista; es un entramado complejo de elementos naturales, construidos y simbólicos que reflejan la interacción entre la sociedad y su espacio vital. El paisaje no solo incluye lo que es visible, sino también lo que se vive, lo que se construye y lo que permanece en el imaginario colectivo de quienes lo habitan.
El paisaje es un término que, en su origen, describe el entorno natural, pero también abarca aquello que construimos y cómo nos relacionamos con él. En la planificación territorial, el paisaje puede verse como un híbrido que conecta lo construido con lo natural, diluyendo las fronteras entre ciudad y naturaleza. Desde la geografía, el paisaje integra tanto lo físico como lo cultural; mientras que, desde la arquitectura y el urbanismo, el paisaje se transforma a medida que lo habitamos y lo modificamos, dejando huellas de nuestras decisiones colectivas y personales.
Los espacios urbanos no tienen porque ser meramente grises y duros; los planes de infraestructura verde, la recuperación de ríos, parques y corredores ecológicos nos están dejando entrever que quizás el camino va por redefinir el paisaje urbano, uniendo lo natural con lo construido. Es en estos híbridos donde surge una nueva forma de habitar y percibir el espacio público. El crecimiento de las ciudades no implica la total desaparición de lo natural, sino que abre la posibilidad de otras formas de coexistencia. Ejemplos como los parques urbanos, los núcleos nativos y las riberas fluviales habitables —como el caso emblemático de Valdivia— nos muestran que lo construido y lo natural pueden entrelazarse.
Si queremos avanzar en el diseño y proyección de paisajes naturales dentro de los radios urbanos, es esencial que las disciplinas de la arquitectura, el urbanismo y la geografía trabajen en conjunto. Solo así podremos visualizar entornos que no solo respondan a las necesidades humanas, sino que respeten y potencien los ecosistemas que los sostienen. La planificación del paisaje requiere una mirada integral, donde la participación comunitaria, el diseño colaborativo y el respeto por los sistemas naturales sean pilares fundamentales para desarrollar paisajes que trasciendan las dicotomías tradicionales entre ciudad y naturaleza.
El paisaje es más que una vista; es la conexión entre lo que somos, lo que construimos y lo que dejamos que crezca a nuestro alrededor. Redefinirlo es reconocer que nuestra existencia está, y siempre ha estado, entrelazada con lo que llamamos naturaleza.