En este collage, lo construido se deja cubrir por una capa de humedad, donde el musgo y la madera envejecida emergen como testigos de un tiempo anterior al concreto. Las ventanas, abiertas hacia el reflejo de un bosque que ya no está, pero que insiste en volver, parecen flotar entre dos mundos: lo construido y lo sumergido. Abajo, los pilotes erosionados se hunden en un agua densa y callada, mientras la vegetación trepa sin prisa, como si la naturaleza, paciente, recordara que todo lo que fue suyo alguna vez le pertenece. Aquí no hay violencia, solo el lento retorno de lo que crece cuando nadie mira.

×